los sueños de otoño se sumergen en la habitación.
lo amarillo de los días invoca recuerdos inconscientes.
El cesped, reproducción mohosa de la belleza/
me invita a descender a sus pupilas/
regadas por lluvias de emociones colectivas e inmediatas.
todo se vuelve invisible.
el tiempo que alguna vez fue estático/
voluntariosamente encuentra rumbo al infinito
en un abismo emergente de miradas en los rostros:
seculares instancias del polvo,
cenizas envueltas en un nombre perdido en las puertas
del olimpo.
Al final,
todo viaje es recursivo.
Todo el todo es una parte
y el fantasma que deambula no es más que un estado imperdible
como el sueño que es conciente
como el hombre inconciente de que todo sueño es conciente
y la paradoja es una blanca marea ineludible.
jesús.
08 junio 2006
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