tendré que acariciar tu cuerpo como si fuese una guitarra

Tendré que acariciar tu cuerpo como si fuese una guitarra.
Reconocer los caminos infinitos de los acordes/
Desgastados por el uso susurriento de la boca callada.

Tendré que acariciar lo más oscuro de lo divino
Eclipsarme con las sombras que bailan en la mirada
Y dirigirme despacio, lentamente a su fuego externo/
Reflejado por las pupilas que eternizan los momentos de lujuria.

Y asi entre cada palmada minuciosa,
Con cada rasgo de las líneas de mis dedos
Tejeré la historia de la cintura que explota hacia dentro
Que accede al otro mundo para encontrarse.

Tendré que aprender a tocar la guitarra destinada a la mujer,
Acariciar el suspiro nocturno que se evapora en el aliento
Encontrarme para hallarte desnuda frente al espejo
Y ser la sempiterna luz de tus cantos provenientes del inconsciente.

Desde hoy empezaré a ser de nuevo.
Tu que eres el canto de la mujer sin vestidos
Canta a mis oídos las virtudes ocultas
Y enséñame a acariciar la hermosura de dos bocas
Uniéndose en la misma cavidad, en la misma lascivia
Eufóricamente, como si el mundo terminara en un instante cualquiera.

Tendré que postergar mi delirio.
Ambas son muchos sinónimos encontrados, convergiendo en el mismo punto
Entrechocando sus senos sostenidos de una cuerda errante y caprichosa.

Y yo no sé
Cómo
Estas mujeres
Logran ser
Imanes
Fuerzas involuntarias
Parecidas a las inercias

Pero yo debo confesar:
Que la una tiene el mundo en sus ojos
Y la otra la poesía en su boca
Y todo es un baile romántico:
Donde “todo acto parte con una seña”
Y el lenguaje de sus bocas se vuelve canto
Para el baile de sus cuerpos que es oculto y silencioso.

Jesús largo, renca, 30 julio 2006